viernes, 30 de marzo de 2012

En la isla

Acto seguido en pequeño recogió la carta que yacía en el suelo, inmóvil a pesar del fuerte viento que movía las palmeras. La leyó en voz alta para si mismo mientras gotas de sudor frío recorrían su frente sin cesár: << se les recuerda a todos los habitantes de la isla que mañana será el día de su muerte, tienen hasta el amanecer para hacer lo que les plazca >> -supongo que todos viven el día a día como si fuera el último- dijo para si mismo. Con un movimiento suave y mientras sonreía con un ademán de incredulidad, lo rompió en pedacitos que se alejaban con la fresca brisa del viento veraniego que se extendía sin obstaculo alguno. Momentos después cuando vió que todos ellos se alejaban hacia la puesta de sol, corrió hacia la fogata lo más rápido que pudo... no quería que se comieran todos los malvaviscos asados.